Estamos en víspera de una Fiesta reconocida mundialmente: La Navidad.
Este es un tiempo especial, pero no para todos. Algunos lo recuerdan con un mal sabor en la boca, por las amargas experiencias que han vivido durante esa celebración. En cambio, para otros es un tiempo de esperanza, de cambios, de sueños por cumplir o que se cumplen, etc. Cada uno tiene una expectativa y experiencia diferente.
Lo cierto es que, para empezar, Cristo no nació un 25 de Diciembre, aunque es un hecho que sí nació en este mundo, vivió, murió y resucitó.
Dejando eso de lado, lo que me hizo pensar sobre este asunto es que, ya sea de manera positiva o negativa, con respecto a esta Fiesta, tendemos a seguir la costumbre de celebrarlo comprando regalos, esforzándonos por dar amor a otros y por ser “buenos”.
El punto central de la Navidad, es que el Señor Jesucristo, Hijo de Dios, vino para darnos vida nueva. Se refiere a nuestra vida interior. ¿Alguna vez has sentido que no te soportas?…como que ¿quisieras ser diferente y no puedes? Pues, nosotros no podemos cambiarnos a nosotros mismos, pero Él sí puede.
Nuestro problema: los pecados, las heridas emocionales, los traumas que hemos sufrido. Son cosas que nos contaminan internamente, pues nos vuelven personas desconfiadas, negativas, duras, defendiéndonos de los demás y generalmente acusamos a los otros de los que nos sucede. ¡Cuántas cosas suceden internamente, y muchas veces, ni siquiera estamos enterados de lo que está oculto en nuestro interior!
Por otro lado, debido a nuestra compleja vida interior, no podemos o no sabemos cómo interrelacionarnos con los demás. No los entendemos, o no los soportamos. Decimos (o pensamos): “Esta persona es muy difícil o muy complicada”.
Aunque esta Fiesta, es mayormente comercial, y enfocada en la compra de regalos; sería bueno que nosotros tomemos una actitud diferente y que lo llevemos más allá de los “regalos”. ¿Qué tal si regalamos algo intangible? (algo que no puede tocarse)…como por ejemplo, prodigar amor, perdón, sinceridad, un oído que escucha, palabras que edifican, armonía en la familia. Son cosas que uno llevará en el corazón (satisfecho), hasta la tumba.
El que posibilita estas cosas, el que trae ese cambio de corazón, es nuestro Señor Jesucristo, pero no como hombre terrenal, cuando vino a salvarnos de nuestros pecados, lo cual es lo que se enfatiza generalmente, sino verlo como DIOS, como Él realmente es, como el Hijo del Hombre, un ser sobrenatural, que todo lo puede y que es más grande de lo que podemos pensar o imaginar (Apocalipsis 1:13-16). Recién entonces, comprenderemos por qué Él puede hacer los milagros que narran las Escrituras.
La vida cristiana, es una vida basada en la FE, y sólo para los que creen. Fe en Jesucristo, sabiendo que Él hace posible, lo que para nosotros es imposible. Es una vida sobrenatural y diferente. Es un Reino con sus propias leyes, promesas, beneficios, para todos los que viven de acuerdo a ello. ¿Cómo empieza? Cuando nosotros decidimos ingresar a través de la Cruz de Cristo, donde nuestro Señor entregó Su vida, a cambio de la nuestra, comprando así nuestra libertad y la posibilidad de entrar al cielo, llegado el momento.
Si no has tomado tu decisión, te invito a hacerlo. Haz una oración pidiendo a Dios perdón por tus pecados e invita a Jesucristo a entrar en tu corazón por la fe. Empieza a leer la Biblia (Palabra de Dios), donde está la Constitución del Reino de los cielos y busca una iglesia Cristiana, donde puedas adorar a Dios y tu fe pueda crecer. Conforme conozcas a Dios, tus preguntas y dudas serán respondidas y comprenderás muchas cosas.
Juan 1:4 “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.
Jesucristo es la vida que reboza dentro de uno y la luz que ilumina esa vida y guía en el camino correcto.
Es mi deseo que conozcas a ese ¡DIOS MARAVILLOSO!
¡FELIZ NAVIDAD!
Gracias, preciso para este tiempo de total estres, detenernos y pensar un rato, que debemos cambiar.
Si, realmente, por las carreras en que uno anda en este mundo apurado, pocas veces nos detenemos a pensar acerca de cosas importantes. Pareciera que sólo al enfermarnos y tener que bajar la velocidad obligadamente, tomamos tiempo para darnos cuenta de nuestra realidad.
Gracias por tu comentario. DTB 🙂