¿Salvarme yo? ¿De qué?
A veces uno no comprende bien esto; primero, porque uno piensa que no es tan mala persona y dice: “Después de todo, yo no le hago mal a nadie”. Y segundo, como casi toda su vida ha escuchado la historia de Cristo en la Cruz, cree que es suficiente.
Veamos a un conocido rey del Antiguo Testamento: el rey David.
David fue rey, profeta, adorador, salmista. Fue el escritor de gran parte del Libro de los Salmos en la Biblia. Él había pecado, y vino el profeta Natán a confrontarlo. Al entender lo que había sucedido, David se arrepintió profundamente y escribió el Salmo 51 en el cual él clama por misericordia.
51:5 “He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre”.
El rey David comprendió que había nacido en pecado y que además de eso, cometió sus propios pecados.
Eso es lo que sucede con nosotros. Todos traemos por herencia el pecado original de Adán y Eva. Hemos heredado la tendencia a pecar, lo cual hace que generemos o produzcamos nuestros propios pecados. Osea, que los pecados que cometemos ya no son por Adán y Eva solamente, sino que nosotros somos los que estamos pecando.
¿Por qué necesitamos un Salvador?
Porque todos, absolutamente todos hemos fallado y ofendido a Dios, nuestro Creador. Además, porque el pecado dentro de nosotros es tan fuerte que no podemos evitarlo sin la ayuda de un ser superior. Por eso necesitamos un Salvador que no sea terrenal.
La palabra “pecado”… En griego Hamartia significa: “fallo de la meta, no dar en el blanco”. En hebreo jattáth significa “errar”. En pocas palabras, hemos pecado voluntaria o involuntariamente; hemos desobedecido los mandamientos de Dios.
“Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3:23). (Estamos lejos de Dios).
El pecado es algo que ofende a Dios, pero Dios Padre en su amor tan infinitamente grande, ideó un plan de salvación para la humanidad, enviando a Su Hijo Jesucristo al mundo para que por Su sangre (sangre de Dios) derramada en la Cruz, pudiésemos ser perdonados por Dios y de esa manera tener la posibilidad de entrar al cielo al morir.
Este es el primer paso para ser cristiano. Rendirle nuestra vida a Dios. ¿Cómo? Haciendo una oración en tus propias palabras donde reconoces que eres pecador y que necesitas un Salvador, pidiendo perdón (de corazón) a Dios por tus pecados e invitándolo a que entre en tu corazón por la fe. A eso le llamamos “conversión” a Dios o “nuevo nacimiento”.
Esto es algo que parece muy simple, pero si se hace con arrepentimiento genuino y deseo de cambiar y seguir a Dios, es el paso más grande e importante de tu vida, pues de acuerdo a la Biblia, determina tu destino en la eternidad después de la muerte.
“Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva(regalo) de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Anímate a dar este paso. Luego de hacerlo, te recomiendo que recuerdes la fecha en que haces la oración de entrega, pues será la fecha de tu segundo cumpleaños; tu cumpleaños espiritual. ¡Es una gran celebración!
Después de hacerlo, con la ayuda de un cristiano que conozcas, busca una iglesia cristiana basada en la Biblia, para que te oriente en los pasos a seguir y donde puedas congregarte.
Vas a empezar una nueva vida; un nuevo caminar diario con nuestro amado Señor Jesucristo, lo cual ¡revolucionará tu existencia!
Jeremías 29: 13 Me buscarán y Me encontrarán, cuando Me busquen de todo corazón. 14 Me dejaré hallar de ustedes, declara el Señor, y restauraré su bienestar…
Esta es una linda promesa de Dios para los que están bajo el Pacto de Su sangre (conversión) y le siguen de corazón.
Si tienes alguna pregunta, por favor, escríbeme por la página de contacto.
¡Que Dios te bendiga!