Jugar es algo innato en el ser humano, especialmente en los niños. Revela deseo de vivir, aprender y divertirse. Dios ha puesto ese deseo en ellos para que descubran el mundo que los rodea, además de ayudar a su formación, y proporcionarles diversión.
Padre, madre, ¿juegas con tus hijos? Algunas personas piensan que jugar con los hijos no es tan importante o que es un tiempo perdido, pero no es así. Aquí va el por qué.
EL JUEGO EN LA NIÑEZ
El niño cuando viene al mundo es como una página en blanco, no sabe nada de este mundo terrenal, es como si fuera a un país extranjero extraño. Los padres y las personas más allegadas a él, son las que irán escribiendo en su vida enseñándoles de todo y también son los primeros compañeros de juego del niño.
Cuando uno juega con el niño, está favoreciendo el desarrollo sano de cuerpo y cerebro. A través del juego, aprenden a conocer el mundo y desarrollar sus habilidades cognitivas, emocionales, sociales y físicas. Desarrollan su creatividad, su imaginación, aprenden a negociar, aprenden tolerancia; descubrirán gran cantidad de cosas. Además, es una gran arma contra el estrés.
El niño se siente seguro y protegido cuando está acompañado por sus padres y se atreverá a probar nuevas cosas que no haría estando solo. Se sienten confiados. El juego favorece la comunicación, además de estrechar los vínculos afectivos. Se divierten, y al sentirse bien, mejoran su autoestima.
Evitarán los comportamientos negativos que generalmente muestran para atraer la atención de los padres. Hace que “bajen la guardia” y no estén a la defensiva, ni que se vuelvan rebeldes.
La relación padre/madre e hijo(a), será el modelo que tomen los niños para sus relaciones futuras. Les ayudará a comunicarse y a despertar su socialización.
Al jugar, permite que el niño tome la iniciativa, y marque el ritmo del juego. No compitas con él, ni lo corrijas, ni lo critiques. Elógialo, fomenta la creatividad y la fantasía. Permítele que resuelva los problemas.
Está comprobado que los padres que juegan con sus hijos, tienen mucha más probabilidad de criar hijos felices. Les dejan un lindo recuerdo como herencia, ya que jugar proporciona placer y satisfacción. Es una actividad necesaria para el equilibrio emocional de los niños.
BENEFICIOS PARA LOS PADRES
Los padres también reciben beneficios al jugar con sus hijos. Es una gran herramienta para la educación: les ayuda a transmitir valores, formas de actuar, y les ayuda a conocer mejor a sus hijos, a comprenderlos; mejoran su comunicación con ellos y afirman el vínculo afectivo, el cual se refuerza cuando realizan actividades placenteras juntos.
EL JUEGO EN LA ADOLESCENCIA
Aunque sea difícil de creer, el juego en la adolescencia, también es importante. El adolescente está pasando una serie de cambios hormonales y generalmente, por un momento difícil en su desarrollo. Es un período de formación de la identidad, maduración y descubrimiento personal y es aquí donde los padres juegan un papel fundamental. El juego favorece la comunicación eficaz y el entendimiento entre padres e hijos adolescentes; sientan una base de buena comunicación intergeneracional. Es necesario que los padres estén con ellos en este tiempo.
Cuando hablo de juegos, (tanto en niños como en adolescentes), me refiero a juegos de mesa, juegos deportivos al aire libre, y también a los juegos que involucren el toque corporal: hacerse cosquillas, guerra de almohadas, etc. Claro que de manera moderada, no agresiva.
BENEFICIOS PARA LOS PADRES
Los padres también reciben beneficios al jugar con sus hijos. Cuando están pequeños, es una gran herramienta para la educación: les ayuda a transmitir valores, formas de actuar, y les ayuda a conocer mejor a sus hijos, a comprenderlos; mejoran su comunicación con ellos y afirman el vínculo afectivo, ya que éste se refuerza cuando realizan actividades placenteras juntos.
¿QUÉ ES LO MÁS IMPORTANTE DE TODO ESTO?
– Crear un vínculo afectivo entre padres e hijos, que lo tendrán de por vida si lo cultivan temprano.
– Ayudar al desarrollo integral de los hijos. Es decir, en cada área de sus vidas.
Si observamos, veremos que los hijos más felices son los que pasaron tiempo de intimidad emocional con sus padres lo cual se ve reflejado en el juego. La intimidad emocional se logra compartiendo lo que piensan, sienten y cuando ríen juntos. Eso es sanador. Les ayudará a pasar las pruebas con más fortaleza porque tienen un cimiento sólido al haber pasado tiempo de “calidad” junto a sus padres, en un ambiente cálido y armonioso.
Zacarías 8:4-5
4 Así dice el Señor de los ejércitos: “Aún se sentarán ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano por causa de sus muchos días. 5 Y las calles de la ciudad se llenarán de muchachos y muchachas que jugarán en sus calles.”
Este pasaje está asociado con la promesa de restauración que Dios hará a Su pueblo. Allí menciona la actividad que se considera habitual en los ancianos y en los jóvenes; el juego. Entendemos que Dios quiere gente sana, alegre y una de las maneras de demostrar la alegría es jugando.
Los hijos de Dios sabemos que Él nos hace sentir como Sus hijos consentidos (que somos). Nos asombra dándonos nuestros gustos de la manera más inesperada.
Si te sientes cohibido de jugar con tus hijos es porque quizás tú no tuviste esa experiencia en casa con tus padres. Pero nunca es demasiado tarde para aprender. Entonces, es necesario un cambio. Cuando uno piensa “no puedo” o “no soy así”, se limita y verdaderamente no puede hacerlo, porque no lo cree. Lo primero que debe cambiar es la mentalidad. Luego, pedirle a Dios que sane las imágenes y emociones dañadas en el alma. ¿Cómo? Volviendo a sentir como niño en los brazos de papá Dios, dejando que Él vaya mostrando y sanando las imágenes mentales y restaurando las áreas dañadas. Disfruta de tus hijos cuando estén pequeños, porque el tiempo se va muy rápido.