En la vida diaria, no faltan circunstancias en que hay discrepancias y discusiones con nuestros seres queridos y/o con otras personas en nuestro entorno. Las relaciones humanas a veces nos causan sinsabores, pero parte de la vida es aprender a lidiar con ellos. La buena noticia, es que hay una solución…aunque no siempre es agradable para todos, y se llama: el perdón.
Perdonar, es no tener en cuenta la ofensa que otra persona ha cometido contra nosotros. Sabemos que nadie está exento de ofender a otro, debido a la naturaleza pecadora que traemos desde que nacemos y que llevaremos hasta nuestro último día en esta Tierra. Eso hace que el perdón sea necesario para poder vivir en paz con nuestros semejantes.
Hablar de perdón, de manera horizontal (de humano a humano), es una cosa, pero también hay otro tipo de perdón, muy importante, al que me gustaría referirme ahora.
LA CRUZ DEL CALVARIO
Estamos celebrando la fiesta más grande del cristianismo: Semana Santa. Un evento bastante conocido, pero quizás poco comprendido. Es el evento más importante del cristianismo, pues marca un antes y un después en la vida de la persona. Cristo, nuestro Señor, muriendo en la Cruz del Calvario para darnos libertad de nuestros pecados.
¿Cómo se inició esto? Dios instituyó el día de la Expiación en el Antiguo Testamento; una de las fiestas más importantes y solemnes del pueblo judío, celebrada el décimo día del mes séptimo. En esa fecha, ayunaban, no trabajaban y todos los pecados del año anterior eran eliminados en la ceremonia de la purificación del santuario (Levítico 16:29,30).
El día de la Expiación era el único día del año en que el sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo (Hebreos 9:7).
En el Día de la Expiación se trataba con los aspectos del pecado:
- La Pena o Castigo por el pecado…”El alma que pecare, morirá…” (Ezequiel 18:20).
- La Culpa y la Memoria, como consecuencia del pecado. En el Antiguo Testamento, el sacerdote Aarón ponía sus manos sobre la cabeza del segundo animal, confesando los pecados del pueblo y luego el animal era llevado al desierto y soltado, de donde ya no regresaba (Levítico 16:21-22).
Dios usó dos corderos, porque se requerían dos para ilustrar ambos aspectos de nuestra redención.
- El Primer Cordero Muere Por Los Pecados – Jesús tuvo que morir por nuestros pecados a fin de que su sangre fuera presentada ante Su Padre en el trono Celestial.
- El Segundo Cordero cargaba con la culpa y la memoria – Jesús limpia nuestra conciencia (Hebreos 9:14) y olvida los pecados (Hebreos 10:17).
El perdón tiene mucho que ver en esto. Nosotros tenemos una deuda pendiente que debe ser absuelta. El pecado creó un abismo entre el hombre y Dios que nadie podía atravesar. Cristo cerró la brecha de una vez por todas. Nosotros le fallamos a Dios con nuestros pecados y necesitamos de Su perdón. Lo singular y maravilloso de esto, es que en lugar de que nosotros busquemos Su perdón, el eterno y supremo Dios tomó la iniciativa para reconciliarnos con Él, por medio de Jesucristo y así perdonar nuestros pecados y salvarnos de una muerte eterna en el infierno.
CONCLUSIÓN
Ese día de la Expiación fue una antesala a la obra de Cristo en la Cruz del Calvario. Jesús vino a dar el cumplimiento de lo que esos sacrificios ilustraban.
El perdón de Dios al ser humano, consiste en que:
- Todos pecamos y le fallamos a Dios (Romanos 3:23).
- Había una deuda que pagar y esa deuda se cancela con nuestra vida (Romanos 6:23).
- Jesucristo canceló la deuda con Su preciosa sangre (Romanos 3:24-26) a todos los que decidan acogerse a este beneficio. En lugar de que nosotros fuésemos crucificados en esa Cruz, Él fue crucificado. Ha sido un intercambio de vidas, la Suya por la nuestra.
La muerte de Cristo y su sacrificio en la Cruz, nos perdona los pecados (a los que nos acogemos a Su plan de Salvación); nos hace nuevas criaturas y nos da libre acceso al trono de Dios.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).
¿Cuál es mi responsabilidad como cristiano?
Si Jesús se despojó de Su divinidad para vestirse de humano, nosotros debemos despojarnos de nuestra carnalidad para poder vestirnos de Dios. Es decir, vivir siendo guiados por el Espíritu Santo y no satisfaciendo las obras de la carne (naturaleza pecadora).
¿Has recibido a Cristo como tu Salvador y Señor? Deseo de todo corazón que sí.