Llegó el mensaje de Dios al gobernador de la ciudad (autoridad civil), al sumo sacerdote (autoridad espiritual) y al remanente del pueblo; es decir, a todos. El pueblo, al igual que la iglesia, es UNO para el Señor. Era un mensaje fuerte y claro; difícil de aceptar por algunos. Este fue el primero de cuatro mensajes.
La pregunta del Señor a través del profeta Hageo fue:
“Este pueblo anda diciendo que todavía no es el momento de reconstruir el templo del Señor”. Y añadió: “Pero ¿sí es el momento para que ustedes vivan en casas finamente terminadas, mientras que la casa del Señor está en ruinas?” (Hageo 1:2,4) PDT.
¿Qué es lo que trataba de decirles?
Se refiere a los desterrados que habían regresado a Jerusalén. El remanente del pueblo ya había puesto los cimientos para el templo, pero se desanimaron por la oposición que tuvieron y abandonaron la reedificación por 14 años. Durante ese tiempo se dedicaron a construir sus propias casas. No les conmovía el corazón ver el templo en escombros. Sus corazones se habían endurecido. Es entonces cuando el Señor les hizo esa pregunta.
Muchas veces los cristianos descansamos en el hecho de que ya somos salvos, y descuidamos el templo (casa) de Dios que vive dentro de nosotros. Dentro de nosotros vive Cristo y debemos dedicarle tiempo. Es necesario crecer como cristianos, haciendo lo que a Dios le agrada. Esto implica levantarle un altar en nuestro corazón, donde se hace un sacrificio, especialmente las prácticas espirituales que hemos aprendido en Su palabra: alabarlo, adorarlo, orar, leer la Biblia, ayunar, hacer vigilia. Nuestra ofrenda a Dios es nuestra vida. En otras palabras, hacerlo a Él nuestra prioridad. Si lo hacemos de manera correcta, vamos a ser transformados (corregiremos nuestros malos pensamientos, sentimientos y actitudes, entre otras cosas) y seremos Sus testigos en esta tierra.
¿Qué dice Dios a esto?
“Piensen bien lo que están haciendo. Ustedes siembran mucho pero es poco lo que cosechan, comen pero no quedan satisfechos, beben pero no les alcanza para saciarse, se visten pero no lo suficiente para abrigarse, ganan dinero pero se les va como si tuvieran roto el bolsillo” (1:5-6).
Si nosotros notamos uno o más de esos problemas en nuestra vida, quiere decir que hemos puesto nuestra “casa” (nuestra vida personal, nuestros intereses), antes que la de Él y el resultado no será bueno. Estamos “descuidando” la persona del Señor Todopoderoso.
Otra vez Dios repite: “Piensen bien lo que están haciendo. Vayan a las montañas y traigan madera para reconstruir el templo y Yo mostraré mi buena voluntad en este templo y seré glorificado en él” (1:7-8).
Las montañas representan el lugar alto donde podemos encontrar a Dios. Moisés era llamado a subir a lo alto de la montaña cuando Dios quería hablarle. Ahora viene a ser un lugar apartado, donde nadie nos interrumpa y podemos comunicarnos con Dios. La madera representa la Cruz del Calvario (nuestra Salvación). Con ella podemos “reconstruir” el templo; es decir, nuestro ser interior entregado a nuestro gran Dios, teniendo en cuenta Su sangre bendita derramada por nosotros. Al hacerlo, Dios mostrará Su buena voluntad en nuestra vida y Él será glorificado.
“Ustedes esperaban una gran cosecha pero les resultó muy escasa; luego cuando la almacenaron en sus casas, Yo soplé e hice que se acabara rápido. ¿Por qué? Pues Mi casa está en ruinas mientras que ustedes se dedican a las suyas. Debido a eso, el cielo ha retenido la lluvia, y la tierra, sus frutos” (1:9-10).
Podemos ver claramente cómo nuestra naturaleza pecadora casi siempre está en primer lugar, y luego vienen las consecuencias: no nos llegan las bendiciones.
La respuesta fue que una vez que todos fueron informados de lo que Dios había dicho y hecho,..”el pueblo sintió respeto y temor ante el Señor Dios” (1:12).
Y Dios les respondió: “Estoy con ustedes. Y el Señor les dio ánimo…para que emprendieran la obra. Empezaron a trabajar en la construcción del templo del Señor Dios Todopoderoso ” (1:13-14).
Aprendemos lo siguiente: la obra en la casa de Dios comenzó cuando todos:
- Obedecieron la voz del Señor
- Temieron delante del Señor
- Reconocieron la presencia del Señor
- Fueron despertados en su espíritu por el Señor.
CONCLUSIÓN
Este relato histórico saca a relucir el egoísmo y la idolatría en el corazón humano.
Egoísmo, pues habían antepuesto sus necesidades, planes, trabajo, sin darle el tiempo a lo que el Señor les había ordenado hacer.
Idolatría, pues cualquier cosa (necesidades, planes, etc) que ocupe el lugar de Dios en el corazón, es idolatría.
“Todos se preocupan sólo por conseguir su propio bien y no por seguir a Jesucristo” (Filipenses 2:21).
Por eso, Dios nos enseña el mejor camino, que es al lado de Él y a través de Él.
Permíteme preguntarte: ¿Cuál es el estado de tu casa espiritual?
Todas las veces que el templo fue destruido por ejércitos invasores, era señal de que el pueblo de Dios lo había rechazado. Cuando había arrepentimiento, Dios reconstruía el templo y restauraba las ruinas de Su pueblo.
Hoy no es diferente, personas en todo el pueblo perdieron la fe en Dios y dejaron de creer en Sus promesas, pero Él aún es el mismo y quiere restaurar a Sus hijos, transformar sus vidas y reafirmar Su alianza.
Tenemos un Dios amoroso, dispuesto a apoyarnos en todo y desea lo mejor para nosotros. Dios nos dará ánimo para emprender la obra que nos ha llamado a hacer y Él nos ha capacitado para lograrlo.
Como hijos de Dios, declaramos que con Su ayuda podremos hacer lo que Él nos pide y así también obtener Sus bendiciones. ¿No es maravilloso que el Señor prometa estar con nosotros? ¿Deseas que sea así? ¿Te animas a empezar hoy? Espero de todo corazón que sí.
¡QUE DIOS TE BENDIGA!